El gigante de acero dio algunos pasos y tambaleó. Las cuatro naves de la escuadrilla que le habían disparado tenían la insignia de los
Lobos del Cielo. En ese instante, daban la vuelta en formación para efectuar el tiro de gracia. El piloto que comandaba el mecha atacado era el
Caballero Bleha Gonane. Sus experiencias en batalla le habían hecho superar pruebas mucho más difíciles que esta, pero en ese momento la confusión del último impacto le sacudía la cabeza y no se podía concentrar en las enseñanzas de aquellos
Maestros Bleha que lo habían convertido en un hombre nuevo. Ellos le habían enseñado que todas las cosas eran un Todo, y que conociendo esa única cosa sagrada que era el Todo, se podía conocer también aquellas pequeñas infinitas cosas simples. La energía le brotaba por los canales de su chi mientras lo alumbraba este conocimiento. Era hora de volver a tomar el control de su
F.A.M 01 y darles a esos lobos bastardos su merecido.
Antes de que las naves pegaran la vuelta, el gigante de acero pareció resucitar de su caída y abriendo fuego con los cañones de sus láseres impactó de uno en uno a sus objetivos. Las cuatro naves de los lobos explotaron al ritmo sinfónico del alma del Maestro Bleha Gonane.
El gigantesco soldado de hierro se dio vuelta para seguir batallando. Un enemigo mucho más a sus alturas le hacía frente ahora. Se trataba de un un
Lycomech, una nave de combate fabricada por los lobos para luchar contra los F.A.M.S de la
Federación Intergaláctica. Siempre había querido saber cual de ellos sería el mejor, y esta oportunidad de luchar directamente contra su oponente lo excitaba bastante.
El
Lycomech se lanzó al combate con un rugido. En su puño llevaba alzado el puñal metálico como arma. Su intención era terminar rápido con el combate de un certero golpe en el centro. De este modo, desactivaría el corazón del robot y su piloto quedaría atrapado inútil en la cabina esperando para ser liquidado.
El
F.A.M 01 aceptó el desafío y también saco su puñal laser. Sería una pelea a la antigua y con honor. Ambos guerreros darían lo mejor de su espíritu para salir vencedores.
Se disponía a contraatacar cuando una cadena le enredó la pierna desde uno de los laterales. Un segundo Lycomech había entrado en acción, y lo había sujetado para que su compañero pudiese despedazarle.
Se cubrió la guardia justo a tiempo, pues el primer
Lycomech se le abalanzó sin miramientos e intentaba apuñalarlo en las entrañas. Por primera vez pudo verle la cara al piloto adversario. Era un lobo joven y ambicioso que le enseñaba los dientes enceguecido en su sed de sangre.
Lamentó que un espíritu así no pudiera contenerse, siempre consideró los espíritus jovenes como fuente inagotable de energía, pero sin control. Y la energía sin control tiende a disiparse.
Mientrás pensaba esto, el
Maestro Bleha Gonane sujetó al Lycomech enemigo con los fuertes brazos de su F.A.M, y luego lo arrojó contra el otro que lo había encadenado. Ambos trastabillaron por el golpe, pero enseguida se dispusieron para contraatacar.
Gonane estaba ante dos lobos hambrientos que lo asechaban, solo si su mente se librara del temor que le infundían podría salir ileso de situación semejante.
Los
Lycomech se arrojaron a toda velocidad abriendo una tormenta de láseres que se dirigían hacia la unidad F.A.M de Gonane, pero antes de que esta pudiera ser alcanzada, el brillo laser de una gigantesca espada Bleha comenzó a desviarlos. A medida que el F.A.M de Gonane se abría camino hacia los Lycomech, el cosmo de su mente cerraba el ciclo en un ataque perfecto. Los dos adversarios metálicos cayeron cortados por la mitad, y el maestro Bleha había ganado otro combate.